martes, 15 de enero de 2008

México - Inglaterra

Estimada Fauna:

Si bien he sido lo suficientemente decidioso para hacer ésto antes, debo confesar que poca disponibilidad de conexión y tiempo he tenido para publicar algo en este blog.

También me desanima un poco saber que nadie más a publicado algo desde el 10 de diciembre en esa memorable presentación. Ahora bien, les hago llegar un resumen de lo acontecido hasta hoy, que son muchas cosas y no me extenderé mucho.

De la partida:
Debo decirles, mis queridos amigos, que en verdad esperaría haber tenido unas píldoras de chiquitolina para meterlos en mi maleta de mano y traerlos conmigo en este viaje. Conocer un poco de Londres, Manchester, Liverpool, Birkenheand y New Brighton es una experiencia que hubiera gustado de compartir con ustedes también (aunque claro, vivir estos momentos en dichos lugares con Paulina fue algo único). Lo admito en el más cursi y flaco de mis lados: los empecé a extrañar desde el abrazo de despedida.

De la puntualidad inglesa:
Mis queridos faunos, he escuchado toda clase de leyendas urbanas en mi vida pero nunca una tan opuesta a la realidad como la de la "Puntualidad Inglesa". Trataré de ser objetivo, pero hay que recordar que la primera impresión jamás se olvida.
El primer vuelo, desde la Ciudad de México a Newark resultó por demás tranquilo, puntual y con el interesante detalle de sobrevolar Nueva York y ver, aunque un poco de lejos, la Estatua de la Libertad. Dejando de lado todo lo que mi mediano sentimiento antiyankee puede aflorar, diré que ver esa gigantesca efigie me dió una chispa de esperanza ante lo incierto que todo sería al pisar el Viejo Continente. Además, no hay que olvidar que Nueva York es la tierra de FRIENDS, y por ende, la tierra de "Bob".
Al llegar al aeropuerto de Newark, me topé con que el vuelo a Londres se retrasaría "sólamente 4 horas", así que desde ahí, Virgin Atlantic, compañía británica me dejó mucho que desear. Siempre he dicho que los aeropuertos son aburridos, pero éste en particular, resulta por demás incómodo, pues ni banquitas hay para echar la jeta como lo hice en el de Frankfurt un año atrás, además de que el clima y la ubicación del aeropuerto no me permitieron dar el rol por esta tierra gabacha.
Finalmente abordé el segundo vuelo, ahora si, derechito a Inglaterra y con destino final: mi Paulina.
El avión venía equipado con televisor personal interactivo que permitía escoger entre más de 300 películas en 7 idiomas, además de una lista interminable de videoclips, función de radio, videojuegos y mil cosas más. Más de uno dirá que mi elección fue tonta al ya haber visto aquella cinta, pero ver de nuevo a Bruce Willis en Duro de Matar 4 era una tentación irresistible para mi, así que me eché completita, con el mérito de no poner subtítulos y verla en inglés "pa practicar". Después jugué Mario 4 y finalmente aterrizamos en Inglaterra.
Un dato interesante del avión, es que una vez activada la televisión, todos los avisos que generalmente se dan por el sistema de audio de la aeronave, sólamente aparecen en texto por medio de la pantalla para evitar incomodar a algún pasajero que se encuentre tomando la siesta a baba y moco tendido. De pronto, aparece un letrero que dice: "por favor, baje su persiana, en breve tendremos luz solar y puede incomodar a su compañero de viaje"... para empezar, mi compañera de viaje era una keniana que roncaba como pocas veces he visto a alguien hacerlo y dudo por mucho, que hubiera despertado con la luz solar y para terminar, si nos dieron antifaces para dormir, ¡¡¡¿QUÉ CARAJOS ME JOROBAN CON ESE MENSAJE?!!!. Total, que tuve que bajar la persiana para que "en breve" (cuarenta minutos después) tuviéramos luz.

Una vez fuera del avión, pasé por la aduana británica. Si bien los gringos me hicieron abrir mi maleta (y Edgar Tovar es testigo de lo difícil que fue cerrarla) los británicos estaban "echando el sandwich" así que se limitaron a preguntar "¿traes algo para declarar?" a lo que respondí "tres tellas de tequila mexicano"... con el bocado en la boca, la mujer policía que me atendió dijo "¡¡salud amigo!!" y me dejó pasar.

Fue el momento de sacar la impresión del correo electrónico enviado por mi querida cuñada, Justyna, para seguir las indicaciones que me llevarían hasta Liverpool, pues Paulina, por motivo de trabajo no pudo esperarme en Londres. Tomé el subterráneo que honestamente lo digo, tiene una infraestructura fabulosa, pero está horrible; desde la estación del Aeropuerto hasta Victoria Street. Ahí caminé algunas cuadras siguiendo el mero instinto hasta llegar a Victoria Coach Station, que es algo así como "el paradero Pantitlán de autobuses foráneos". Mi mujer ya había tenido la fina atención de reservarme un boleto para llegar a Liverpool - hoy agradezco que lo reservó con cinco horas de margen, pues de lo contrario habría perdido el autobus - Finalmente, varado en la salida 17, esperando el autobús 500-Birkenhead tuve que aguardar 40 minutos más de lo planeado, porque también se retrasó esta partida. Como dije anteriormente, la puntualidad inglesa, es un mito bien vendido.

Hice amistad con una británica que traía broncas con su chavo (una chica muy guapa, por cierto). Después de dialogar un poco y con esto empezar a familiarizarme con el acento inglés (bastante complicado en los oriundos de Liverpool) hicimos una escala en un centro comercial en "idontknowwhere" y aproveché para comprar algunos insumos como pasta de dientes, jabón, shampoo y otros enceres que serían necesarios en mi estancia. Tras casi cinco horas de traslado vi la estación de autobús en Liverpool. El problema es que debido al retraso de partida y un poco la lentitud del conductor, llegamos prácticamente dos horas tarde, por lo que no me extrañó que Paulina ya no estaba ahí. Creo que se llevó una dolorosa decepción y habrá pensado que no llegaría.

Aunque traté de llamarla por teléfono, creo que para variar, y como toda buena mujer, no lo tenía a la mano (posteriormente me enteré que se había quedado sin batería). Por lo que, tomé un taxi que me llevara de la estación hasta Rock Ferry, donde se encuentra su domicilio temporal.

Finalmente, estaba en la puerta de su casa. Toqué repetidamente el timbre por más de media hora sin respuesta, Paulina no estaba ahí... bueno, ¿qué más puede pasar?, que espere un rato, finalmente aquí vive y en algún momento tendrá que volver, ¿cierto?.

Decidí que si no había nada mejor que hacer, era un buen momento para dar la vuelta y conocer el vecindario. Dejé mis mochilas en un pequeño patio que hay a la entrada de la casa y empecé a caminar. No había avanzado ni 20 metros cuando Paulina apareció por la calle junto con una compañera suya y el encuentro no pudo ser más emotivo. Estuvimos abrazados y besándonos sin parar y felices de estar juntos de nuevo.

Lo confieso, mi memoria es mala. Mi niña es más hermosa todavía de lo que yo recordaba.

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